domingo, 10 de agosto de 2014

Capítulo 4 - Shuzhou

Si digo Shuzhou, seguramente no os diga nada, si os digo "El arte de guerra"seguramente os suene un poco más, y es que Shuzhou es ciudad clave en la historia de China.
En Shuzhou fue donde se empezó a escribir una de las obras más importantes y que más influencia ha tenido a lo largo de los siglos en la cultura china.
Una ciudad autenticamente China, a un paso de Shanghai geográficamente y a otro de la china profunda y campesina alejada de las grandes ciudades, Shuzhou se levante frenética entre tradición y modernidad, un sistema de metro sobre-dimensionado (completamente en desuso), estación de tren de alta velocidad para quién? centros de negocios, rascacielos, autopistas a varios niveles, un caos sinsentido rodeado de bloques de edificios que levantan pisos y pisos sin parar. 
Y en medio de esta aborigen, la paz, templos budistas con jardín de bonsais, historias de las primeras dinastías, la construcción ancestral y la tranquilidad de la pagoda.
O la tranquilidad del Confucionismo, un movimiento, no considerado religión en China si no movimiento de reflexión, meditación, estudio de la mente que ha sobrevivido a revueltas, guerras, traiciones, invasiones, revoluciones culturales y políticas, completamente intacta, una parte de la fuerza de las tradiciones chinas.

En Shuzhou se encuentran esos rincones autenticamente chinos, de bici y faroles, de río y puente, pero también de luces de neón, rincones que pueblan la expansión de las nuevas ciudades chinas.


Un lugar donde descubrir una cultura en todos sus sentidos, como vive su gente, como revolucionaron la cultura y el arte cientos de años antes que la vieja Europa.

Y conocer su cocina, como por ejemplo, probando el pez dorado, cocinado al más puro estilo regional, cortando los lomos del pez sin separarlos de las espinas y cogiendo el pez por la cola cocinarlo vertiendo cucharadas de aceite hirviendo sobre el pez, haciendo que los lomos cortados se cocinen dando la impresión de explosión del cuerpo del pez, presentado de esta forma tan curiosa y con un sabor tan sorprendente, un placer para los sentidos más allá del arroz tres delicias. :P
Shuzhou me ha dejado con las ganas de más China, de ir más allá, de dar el paso a los secretos del gigante asiático, de no quedarme en las grandes ciudades, si no cruzar la frontera que se divisa en Shuzhou, esa que me gustaría cruzar para sumergirme en humedales de arroz en una canoa de madera, en templos entre las montañas, en la ruta de la seda y el té, las maravillas que esta vez no he podido descubrir, las batallas de los siete reinos, las grandes dinastías, los guerreros de terracota. . . y un sin fin de lugares y momentos por recorrer.


Shuzhou, mi frontera simbólica en China, ávido por cruzarla algún día.

sábado, 2 de agosto de 2014

Capítulo 3 - El pequeño Buda

China, un país de mil culturas, y un país de mil religiones.
En China conviven religiones de todos ritos, desde el Taoismo, Cristanismo, Confucionismo, Judaismo y así un sin fin de creencias a lo largo y ancho del país.
Pero si una religión es clave en la historia del país, esa es el budismo, controvertida no por sus creencias si no por su sistema feudal arraigado al máximo en sus tierras tibetanas, donde los monjes gestionan con mano de hierro las tierras montañosas de la cordillera Himalaya.
Allí hace miles de años, en un pequeño reino de la India, Buda descubrió el mundo exterior, más allá de las murallas de palacio, y medito durante años sobre la situación del mundo, teniendo seguidores a lo largo del mundo entero.
La primera visita que he hecho a un templo budista me sorprendió en muchos sentidos. Por su poderío frente al mundo de hoy en día, un templo enclavado con majestuosidad entre los rascacielos de Shanghai, ocupando un pequeño lugar pero sin amedrentarse, poderoso ante los valores paganos del mundo de hoy en día.
Me llamó la atención como una religión que empieza sus andanzas en un lugar perdido en las montañas más remotas del mundo, se extiende con fuerza por un país que vive tan deprisa y donde miles de millones de personas conviven bajo un régimen, que permite una ilusoria libertad religiosa a su población.
Los ideales y valores de esta religión son totalmente contrapuestos a todo lo que rodea este templo, que aguanta estoico en medio de los templos de hoy, esos rascacielos de grandes corporaciones que bañados en dorado intentan eclipsar la imagen de este monasterio de Jiang'en, de manera totalmente inútil, pues la fuerza de este símbolo tiene un peso mayor en la sociedad china que el del dinero que lo rodea.
En su interior, y más allá de sus techos dorados, no se ve ningún halo de poder, ni pretensión, sólo un lugar para el recogimiento, el estudio y el rezo a un dios que sorprendido en su día por la aborigen del mundo más allá de su jaula de oro, decidió tomarse su vida para meditar acerca de: dónde se dirigía la sociedad de aquel tiempo?, finalmente sin mucho éxito, pues a día de hoy nadie ha conseguido responder a esa pregunta aún.
El primer templo se construyó allá por el 247 d.c. y tras múltiples reconstrucciones, incluso fue fábrica de plásticos, durante el más que extraño movimiento chino conocido como la Revolución Cultural, durante el gobierno de Mao Zedong, pero siempre regresó a sus orígenes.
El templo, pese a ser un símbolo ciertamente turístico, es también un símbolo de resistencia al camino que China va siguiendo en los últimos anos, y en él se puede ver a cada instante un constante goteo de fieles que se acercan a quemar incienso en señal de respeto y ofrecimiento a cambio de favores, que dios sabe si serán concedidos.
Centro del templo se encuentra la estatua del Buda sentado más grande del país, así como una torre de la campana y la sala del tambor, símbolos tan arraigados a la cultura china, que incluso la misma ciudad de Pekín cuenta con su torre del tambor y su torre de la campana, las cuales a juzgar por sus dimensiones seguramente se hagan oír en toda la ciudad en caso de ser necesario.
En definitiva, un lugar que cuanto menos te hará pensar en el camino que llevamos, resistiendo estoico al paso del tiempo, inamovible a los cambios de una sociedad y un régimen que durante tanto tiempo ha oprimido en el Tibet a sus monjes a la espera de que algún día el rumbo del mundo cambie y deje que el Tibet pueda ser finalmente libre, pero esperemos también que totalmente libre, y no oprimida bajo el feudalismo extremo que imperaba antes de la injusta invasión comunista.
Tibet. . ., quizás un destino para una futura expedición? Lo que es seguro es que no me dejaría indiferente, igual que este pequeño gran templo, ese pequeño gran país tiene algo que pide una visita al cuerpo. . .