jueves, 15 de diciembre de 2011

Capítulo 28 - Buenos Aires, el París de Sudamérica

En torno al 1900 Argentina vivía un tiempo de bonanza gracias a las exportaciones de ganado y cereal, las clases pudientes enviaban a sus hijos a estudiar a París y estos regresaban con sus costumbres, su arte, su arquitectura y su modo de vida.

De aquel tiempo en Buenos Aires quedan ciertas plazas y edificios que nos hacen sentir como en la ciudad del Sena; la embajada Francesa, la Brasileña, el Museo de Artes Decorativas y por supuesto la Plaza Lavalle y la Plaza del Congreso Nacional.


En la Plaza Lavalle, el Teatro Cervantes (cuya fachada es una reproducción de la Universidad de Alcalá de Henares), la siangoga judia, el palacio de justicia, el mirador Massue, y la blibioteca junto a la estrella de la plaza, el Teatro Colón (considerado uno de los mejores teatros de la ópera en el mundo, y por qué. . .?)

Muy fácil respuesta, a pesar de no tener detrás siglos de historia como las óperas europeas(ya que sólo tiene uno) como todo lugar emblemático cuenta con esa parte de historia enigmática ya que tras la muerte, por enfermedad, de su primer arquitecto y el asesinato del segundo (a manos del amante de su esposa, quien era su ayudante) se dijo que el teatro estaba maldito, y su construcción llevo 16años más de lo esperado y no pudo ser inaugurado en el 4centenario del descubrimiento de América 1892, aún aí lo consiguieron acabar y su patio de butacas se ha ganado el honor de recibir halagos como este de Luciano Pavarotti:
"El teatro Colón tiene un grandísimo defecto; su acústica es eprfecta. Imaginan ustedes lo que eso significa para un cantante. Si uno hace algo mal, se nota enseguida"

Quizás tras estas palabras pensaréis que lo mejor sería asistir a uno de sus eventos, pero que mi vista coincida con el ensayo del ballet "El corsario" creo que fue mucho mejor, a pesar de que tenían ensayo y podía ocurrir que ciertas zonas no estuvieran disponibles, tuvimos suerte y pudimos visitar todo el teatro, su impresionante escalinata con sus mármoles de colores traidos de distintas partes de Europa, su sala de los bustos dedicados a los más grandes la música, Verdi, Bizet, Mozart, Beethoven. . ., y su salón dorado al más puro estilo francés.

Pero lo que sin embargo más me impresionó fue entrar a su palco oficial (reservado sólo para las grandes autoridades) y ver, como al abrirse la puertas lentamente, como se monta la escenificación del ballet con su director al mando de todo:
-Subir el barco, bajar la luna, mover un poco el mar, añadir las rocas. . .
Y como, todo a una, empieza a conformar el decorado perfecto, la luz tenue de los faroles que cuelgan de los balcones, su inmensa lámpara de araña en el techo, sus palcos dorados con las cortinas de terciopelo rojo, como dijo Pavarotti todo luce perfecto y el ensayo le da un toque aún más especial si cabe.

Por otra parte,y a tan sólo cuatro manzanas de paseo, la Plaza del Congreso le dio a principios del siglo pasado el toque de grandiosidad definitiva que la ciudad necesitaba para equipararse a las urbes del viejo continente, una plaza grandiosa; con su fuente y esculturas de bronce enormes ante el centro del poder del país, el edificio del congreso, con su gran cúpula verde en lo alto. Pero la pieza maestra de la plaza es sin duda un gran pensador de bronce que Rodin regaló a la ciudad.
Una tarde con estilo, para uno de los últimos días antes de Navidad, una pena que algo de lluvia empañase algún momento, pero ciertamente le acabo dando ese estilo francés que tanto persiguieron los bonaerenses en su día y que aún a día de hoy se puede notar en lugares tan especiales y brillantes como el Teatro Colón o el Congreso de la nación.

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