Ya que la visita a Bristol finalizó antes de lo que esperaba, y no tendría el siguiente tren hasta dentro de 3horas (es lo qeu tiene vivir en un pueblo tan pequeño) decidí hacer el regreso por etapas, parar en Bath un rato y luego subir al tren que me tocaba.
Ya había estado en Bath, pero de aquello hace ya ocho años, así que nunca esta mal volver.
Con el tiempo se ha convertido en el centro de la vida victoriana que tanto les gusta a muchos ingleses, caballeros de abrigo largo, bigotes refinados y bastón, damas de sombrero y abrigos de pieles, una élite que esta poniendo el nivel de vida de la ciudad de los baños al alcance de sólo unos pocos.
Pero a parte de esto Bath es un lugar en el que se puede disfrutar del orden y la meticulosidad por el buen gusto, sus calles peatonales y las plazas en torno a su abadía en las que en estas fechas se llenan de casetas de madera con productos típicos de la región para el mercado navideño hacen que la ciudad se llene hasta los topes, los cafés de té, la entrada a los baños romanos y su increíble paseo al lado del río hacen que parezca la perfecta postal navideña, por suerte faltaba la nieve, ya hacia frío suficiente.
Tuve la suerte de coincidir con el concierto de la abadía en el que se interpretaba El Messias de Händel, y estaba a rebosar, aún así intenté entrar y gracias a que les dije en la entrada que me merecía la pena pagar la entrada ya que mi tren saldría en 40 minutos y el concierto duraba cerca de 3horas, me dejaron entrar invitado durante el tiempo que tuviera, era la primera vez que asistía a un concierto de este estilo, y en lugar tan emblemático, y he de decir que es algo sorprendente, ahora sé porque a la gente entendida del tema les gusta tanto.
Me dio tiempo a ver un poco de todo, sin prisas, dando una vuelta tranquila. Ahora, de aquel primer viaje que hice a Inglaterra sólo me quedaría visitar Oxford, después de Navidad seguramente, por ahora con Bath ya llega.
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