sábado, 2 de agosto de 2014

Capítulo 3 - El pequeño Buda

China, un país de mil culturas, y un país de mil religiones.
En China conviven religiones de todos ritos, desde el Taoismo, Cristanismo, Confucionismo, Judaismo y así un sin fin de creencias a lo largo y ancho del país.
Pero si una religión es clave en la historia del país, esa es el budismo, controvertida no por sus creencias si no por su sistema feudal arraigado al máximo en sus tierras tibetanas, donde los monjes gestionan con mano de hierro las tierras montañosas de la cordillera Himalaya.
Allí hace miles de años, en un pequeño reino de la India, Buda descubrió el mundo exterior, más allá de las murallas de palacio, y medito durante años sobre la situación del mundo, teniendo seguidores a lo largo del mundo entero.
La primera visita que he hecho a un templo budista me sorprendió en muchos sentidos. Por su poderío frente al mundo de hoy en día, un templo enclavado con majestuosidad entre los rascacielos de Shanghai, ocupando un pequeño lugar pero sin amedrentarse, poderoso ante los valores paganos del mundo de hoy en día.
Me llamó la atención como una religión que empieza sus andanzas en un lugar perdido en las montañas más remotas del mundo, se extiende con fuerza por un país que vive tan deprisa y donde miles de millones de personas conviven bajo un régimen, que permite una ilusoria libertad religiosa a su población.
Los ideales y valores de esta religión son totalmente contrapuestos a todo lo que rodea este templo, que aguanta estoico en medio de los templos de hoy, esos rascacielos de grandes corporaciones que bañados en dorado intentan eclipsar la imagen de este monasterio de Jiang'en, de manera totalmente inútil, pues la fuerza de este símbolo tiene un peso mayor en la sociedad china que el del dinero que lo rodea.
En su interior, y más allá de sus techos dorados, no se ve ningún halo de poder, ni pretensión, sólo un lugar para el recogimiento, el estudio y el rezo a un dios que sorprendido en su día por la aborigen del mundo más allá de su jaula de oro, decidió tomarse su vida para meditar acerca de: dónde se dirigía la sociedad de aquel tiempo?, finalmente sin mucho éxito, pues a día de hoy nadie ha conseguido responder a esa pregunta aún.
El primer templo se construyó allá por el 247 d.c. y tras múltiples reconstrucciones, incluso fue fábrica de plásticos, durante el más que extraño movimiento chino conocido como la Revolución Cultural, durante el gobierno de Mao Zedong, pero siempre regresó a sus orígenes.
El templo, pese a ser un símbolo ciertamente turístico, es también un símbolo de resistencia al camino que China va siguiendo en los últimos anos, y en él se puede ver a cada instante un constante goteo de fieles que se acercan a quemar incienso en señal de respeto y ofrecimiento a cambio de favores, que dios sabe si serán concedidos.
Centro del templo se encuentra la estatua del Buda sentado más grande del país, así como una torre de la campana y la sala del tambor, símbolos tan arraigados a la cultura china, que incluso la misma ciudad de Pekín cuenta con su torre del tambor y su torre de la campana, las cuales a juzgar por sus dimensiones seguramente se hagan oír en toda la ciudad en caso de ser necesario.
En definitiva, un lugar que cuanto menos te hará pensar en el camino que llevamos, resistiendo estoico al paso del tiempo, inamovible a los cambios de una sociedad y un régimen que durante tanto tiempo ha oprimido en el Tibet a sus monjes a la espera de que algún día el rumbo del mundo cambie y deje que el Tibet pueda ser finalmente libre, pero esperemos también que totalmente libre, y no oprimida bajo el feudalismo extremo que imperaba antes de la injusta invasión comunista.
Tibet. . ., quizás un destino para una futura expedición? Lo que es seguro es que no me dejaría indiferente, igual que este pequeño gran templo, ese pequeño gran país tiene algo que pide una visita al cuerpo. . . 

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