Titulando el cápitulo de hoy con un pequeño guiño a aquel "Capítulo 42"de la primera parte en Argentina.
A veces te pasas semanas o meses trabajando sin recompensa, a veces te ganas un viaje de diez y te das cuenta que todo tiene su recompensa.
A veces te pasas semanas o meses trabajando sin recompensa, a veces te ganas un viaje de diez y te das cuenta que todo tiene su recompensa.
Así aprovechando una visita, me tome un largo fin de semana en disfrutar
este país y exprimir Ámsterdam al máximo, museos, visitas, pinchos, cervezas,
comidas, copas, y todo en buena compañía, desde el minuto uno en el aeropuerto
de Schipol.
Nada más llegar a Ámsterdam cena en un restaurante estilo Portugués, de
cuyo nombre no puedo acordarme, pero es que a esas horas fue de lo poco que
encontramos abierto, y en el que estaba todo buenísimo. Un paseo entre canales
y horas de charla poniéndonos al día.
El viernes despertar como marqueses, desayunando en lo alto de la nueva
biblioteca de Ámsterdam, ocupada por la Cafetería LaPlacɘ, con la mejor vista
de la ciudad, imposible empezar mejor el día. E inmejorable el ambiente de la biblioteca,
diseñada con esa idea del disfrute y la comodidad máxima que tienen aquí por
los lugares públicos, increíble la zona infantil y el área con piano disponible
para virtuosos del ébano y marfil.
Tras un pequeño recorrido en tren llegamos a Utrecht, visita obligada a las
orillas del rio Vetch, con sus canales a doble altura e iglesias escondidas,
vestigio de las épocas en las que los cristianos eran perseguidos por el
Calvinismo tras la firma del tratado, y en uno de estos antiguos lugares de
culto clandestinos, hoy convertido en auténtica taberna del día a día, pudimos
disfrutar de una buena tabla de quesos
holandesa y las famosas kroket de la brillante cousine de los Países
Bajos, jaja!!
Vuelta a casa temprano con buenos planes para la noche, cena en “Everything
on a stick” un nuevo concepto de cocina, con el pincho como protagonista, la
idea es cenar de 21 a 23h, el sitio no abre más horas al día, precio fijo y un
menú lleno de pequeños pinchos, del cual por ronda cada comensal puede elegir
tres platos, con tantas raciones de cada uno como comensales, así tras las dos
horas, seguramente si tienes hambre puedas probar todos los platos de la carta,
gambas picantes, pollo teriyaki, vieiras, salmón con sésamo, champiñones,
cordero. . . y para acabar tres postres también, una idea muy buena con la que
se pretende no desperdiciar nada de comida y disfrutar de cualquier tipo de
alimento, del mar a la montaña pasando por el campo, una nueva manera de
disfrutar con todos los sentidos.
Tras una buena cena nada mejor que una copa en uno de los lugares más
exclusivos de Ámsterdam Door74, un local estilo años 30, en los que la reserva
es algo esencial si quieres disfrutar de un buen cocktail y otro día más entre
risas y buena vida.
Sábado por la mañana entre Marketplein y el mercado de Waterlooplein:
bicis, antigüedades y patines de hielo; más el mercado de las flores, pasando
entre las esculturas de la Plaza Rembrandt y comiendo en el magnífico Italiano
Vapiano, Italia a tu gusto en un plato, y con la cocina en directo, más que
recomendable. Y sin olvidar pasar por el secreto jardín del antiguo convento de Begijnhof un remanso de paz en medio del bullicio de la ciudad.
Tras una tarde perdidos entre canales nos dimos un descanso en la taberna
con más sabor de Holanda “De drie fleschjes” tan antigua como el mismísimo Palacio
Real, en su día ayuntamiento de la ciudad, una taberna donde una buena cerveza y
un queso con mostaza entre barriles, te hace sentir uno más del lugar y estar
como en casa.
Por la noche cena en “The Butcher” no sólo una carnicería en la que la entrada
directa a la cocina te hace sentir como en sitio cualquiera, pero donde tras el
frigorífico de la carne se esconde un nuevo concepto culinario, que por demora
en hacer nuestra reserva no pudimos catar, pero a donde volveré para probar algo
más que la increíble hamburguesa con trufa que degustamos esta vez en la
cocina, jaja!!
El domingo aún nos quedaban planes antes de acabar un fin de semana genial,
y es que no podíamos dejar la ciudad sin visitar el Rijkmuseum, abierto el
pasado abril tras 10 años de restauración, y donde pudimos ver las obras del
siglo de oro de la pintura holandesa, Frans Hall, Vermeer, Rembrandt, sin dejar
de lado a la escuela de La Haya y las increíbles obras de Jozef Israel.
Y aún quedó tiempo para un último café antes del tren y el avión que nos
devolverían a la realidad del día a día, con ganas de repetir en otra ciudad. . ., y
es que si es cierto que como escribió Christopher McCandless en su diario, de camino
frustrado a Alaska:
“La felicidad sólo es real cuando es compartida”
…entonces este viaje no se podría definir mejor.
2 comentarios:
Ya te digo yo que como diría Pin: que bien se está cuando se está bien.
Vaya vida Pablito....
Cuando sea mayor quiero ser como tú. jajajaja
Casi parafraseándote Pableras! Si la compañía es buena....a quien le importa la película?
Me alegro que estes disfrutando! Tu chapate bien todos los lugares para luego enseñarnoslos! 1 abrazo!
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