Vivir en el campo tiene sus contras, cierto es:
Estar lejos de la ciudad, el bullicio, de los planes, de los bares, cines, tiendas, museos, fiestas, eventos, estaciones de tren, autobuses o aeropuertos que te conecten al mundo. Pero. . .
. . .lo que ocurre cuando te mentalizas que durante un tiempo te tocará vivir en esta situación, es que en el fondo no esta tan mal, no esta nada mal.
En realidad no vivo tan lejos de la civilización, 30 minutos en bici de mi trabajo, y 40 minutos en bici de la estación de tren que me une al resto del país cuando lo necesito, es cierto a veces los días son tan ventosos que se tarda el doble, o hace tanto frío que lo último que te apetece es subirte a una bici a perder los dedos por congelación, pero bueno, que cuando lo que quiero es mundo, sólo hay que salir de esta burbuja donde la paz es absoluta, y meterme de pleno en lo que se ha denominado civilización, cuando probablemente una civilización cuerda aspire más a este modo de vida que al que los tiempos nos han hecho creer.
No hay nada mejor que levantarse un sábado tarde, sin el más mínimo ruido, sólo el del viento al abrir la ventana tras un largo rato retozando en la cama, y pegarte un buen desayuno, estilo hotel victoriano con el sol de frente y las noticias del mundo, pensar que vas a hacer, al sol, y tranquilamente empezar el día.
Salir a correr hasta el lago, siempre es un paseo perfecto (con el viento a favor) y un suplicio con él de frente, pero el camino se hace ameno: con las ovejas del vecino, las vacas de la siguiente granja, la escuela de hípica; aunque lo mejor son los percherones de la última granja antes de volver de nuevo a casa tras pasar por el lago y recibir el viento de cara que siempre ataca en esa parte del recorrido.
Volver a casa y comer tranquilo, sin prisas, hablar con buenos amigos por internet, y encontrarte por la tarde, que mientras das una vuelta, un Rally de coches clásicos pasa por la zona, ante los famosos molinos de la región hermana de Friesland, con la que Galicia comparte sus famosas vacas frisonas, al final no esta tan mal darse un fin de semana tranquilo de vez en cuando.
Por la noche se puede acercar al pub del pueblo, y tomar algo, mientras a tu espalda juegan al brillante invento de Alexandro de Finisterre, el futbolín.
Y dejar al fin el domingo para dar una vuelta en bici por el lago y acercarse a la reserva de pájaros en la que con suerte y un poco de paciencia verás como anida estos días, algún ave migratoria en una parada de su vuelo estival: patos, gansos, ocas, charránes árticos, cernícalos, agachadizas y hasta con suerte algún merlín, halcón o azor.